Me encanta que te guste, que desees lo que puedo ofrecerte, que me mires, que me compartas. Me gusta satisfacerte con aquello que buscas, que anhelas, que deseas…, acercarme y susurrarte todo lo que puedo hacer por ti.
Todo esto es lo que experimentan los usuarios de las redes sociales. Se trata de una nueva forma de comunicarse que nos permiten encontrar aquello que buscamos, compartir material que nos inquieta y nos llama la atención, comentar lo que hace un amigo, un conocido, una empresa u organización. Pero sobre todo de recibir feedback, atención, sentir que nos hacen caso. En resumen, pertenecer a una comunidad y que nuestras opiniones se tenga en cuenta.
Pero, ¿ Qué es lo que ha hecho que realmente las redes sociales tenga tanto éxito?
Sin duda, nuestra condición de cotillas. Somos amigos de los chismes, los cuentos, las historias. Nos gusta saber qué hacen los demás, a qué dedican su tiempo libre, si tienen pareja, cómo les va en el trabajo. La vida de terceros nos interesa en muchas ocasiones más que la nuestra. Y esto no sólo se aplica a nivel personal. El mundo empresarial, gracias a las redes sociales, tiene un abanico amplísimo para encontrar a potenciales clientes, realizar un estudio de su posible target y ofrecer el producto que el mercado demanda y que la competencia no ha identificado todavía.
La importancia de que me hagas el amor en Facebook, Twitter y otras redes sociales.
Por otra parte, no se puede negar que cada me gusta, cada follower, y el efecto de que nos compartan, se podría comparar con los juegos preliminares que existen en toda relación sexual. Es como recibir un calentamiento continuo y constante, mantenernos en ese punto en el que el orgasmo está a punto de llegar para que sigamos vendiéndonos y ofreciéndonos. Para que cada vez, intentemos seducir de manera diferente a aquel que nos mira. Puede ser un conocido, compañero de trabajo, amigo o incluso alguien que jamás hayamos visto. Tiene su punto de morbo. Y, ¿ a quién no le gusta el morbo? ¿ Había dicho ya que éramos cotillas?
Tú me gustas y yo te gusto
Convertirse en un influencer supone llegar al clímax en la tensión sexual no resuelta que nos provoca esto de las redes sociales. Se trata de personas con miles o incluso millones de seguidores. Pueden ser conocidos o anónimos. El caso es que las marcas los buscan para ofrecerles sus productos con el fin de que se conviertan en altavoces y que prediquen a todos sus «amigos» cuán bueno es un producto u otro.
Es decir el influencer gusta y a la empresa le gusta que éste guste.
En definitiva, podríamos decir que todo esto de las redes sociales va de quererse, de acercarse, es decir, de humanizarse en una sociedad en la que cada día nos cuesta más mirarnos a la cara, hablarnos y, hacernos el amor de tanto en tanto. Algo que tampoco está nada mal, ¿no?